Pues bien, entonces
permitamos que se ablanden nuestros huesos. Quiero
-¿no es acaso adaptación?- un coxis
ligero y unas falanges capaces de fundirse en el agua,
de viajar en ella. Quiero un rincón donde piedra y alma
puedan abrazarse y el color cobrizo
de la copa de un árbol.
Qué mejor regalo que este deshacerse
en un flashmob multitudinario las tablas de Moisés
y todos
los mandamientos escritos por todas
las religiones del mundo, todos los poemas
sustanciados en uno solo y solo poema
inmune
a la rotura y al sueño,
al verso, al encabalgamiento y al sueño,
los huesos
en disposición aleatoria, los colores
cálidos, la magia
sobre el lienzo en blanco.