28 ene 2011

paco garcia barcos

KLAUS&KINSKI

Fue mi mutismo lo que le resultó atractivo, así que decidí no hablar jamás con él, solo le miraba. Y también él me miraba y siempre acabábamos en los bares, bebiendo durante toda la noche, y entonces nos íbamos a mi casa y en la cama comenzaban esos extraños combates entre mi resolución y su deseo, mi deseo y su resolución, y esas conversaciones en un no idioma que a veces nos deslumbraban. Era todo tan como a mí me gustaba, que el esfuerzo necesario para mantener la tensión hacía que algunas mañanas despertase psicológicamente agotada y físicamente desencajada, y era natural que en las posteriores sesiones de reconstrucción, muy asustada, cuando estaba tumbada, viendo la tele, fumando, pensase que me resultaría imposible mantener aquella realidad, ese humor.

Yo no tenía la fuerza necesaria para sostener mas de un rato, algunos días, las columnas que soportaban la techumbre psicológica bajo la que me protegía con el. Y aquellos ladrillos lacanianos que nos aislaban. Me resultaba todo demasiado denso y pesado y trataba de convencerme de mi incapacidad para sustentarlo. Y cuando el intuyó todo esto no decidió marcharse, pero yo quise que se fuera, aunque me gustaba